Nos acercamos a las vacaciones de verano; un largo periodo de descanso en el que tanto el alumnado como el profesorado abandonamos nuestra rutina habitual, para volver con fuerzas renovadas el próximo curso.
Pero, ¿deben ser las vacaciones de verano sinónimo de no hacer absolutamente nada? ¿O es conveniente mantener un hábito de estudio mínimo, para que el choque no sea demasiado grande al volver en septiembre? Depende de cada alumno/a y de sus circunstancias. Pasemos a verlo:
Estudiantes con asignaturas pendientes
Es evidente que aquellos alumnos y alumnas que han pasado por mayores dificultades durante el curso escolar, y han terminado el año con algunas asignaturas pendientes, deben ponerse las pilas para mejorar su rendimiento académico, independientemente de que se tengan que examinar en septiembre o no.
Para estudiar en verano, el alumno/a debe contar con:
- Un horario regular: sin que sea tan estricto ni intenso como el curso escolar, el alumno/a debe tener reservadas al menos 2 horas al día para el estudio. Lo conveniente es que éstas tengan lugar temprano por la mañana, sin tener que madrugar demasiado, pero para que el niño/a pueda dejar sus tareas terminadas, y dedicar el resto del día a lo que le apetezca.
- Un listado de todo lo que debe revisar: ¿en qué partes de la asignatura se ha atascado más? ¿en qué áreas puede ser necesario pedir ayuda a un adulto/a? Comenzar el verano analizando todo el contenido del curso, y estableciendo objetivos de aprendizaje, le ayudará al alumno/a a estar más motivado.
- Recompensas por su esfuerzo: si cumple con el plan y progresa adecuadamente en sus estudios, debe ir recibiendo pequeñas recompensas por ello: dejarle jugar a la consola, irse a jugar con un amigo/a, etc.
Estudiantes sin asignaturas pendientes
Aquellos/as que han conseguido pasar el curso satisfactoriamente deben obtener su recompensa, en forma de más tiempo libre. Sin embargo, conviene que estimulemos a nuestros hijos e hijas a seguir aprendiendo, aunque sea de maneras en las que no sientan que están estudiando, como por ejemplo:
- Leer: la lectura es un hábito imprescindible que debemos inculcar a nuestros hijos/as. El verano es una época ideal para que se pongan al día con las novelas, novelas gráficas o cómics que más les gusten. Además, un estudio realizado en la Rutgers University de Nueva Jersey demostró que dedicar tiempo en verano a leer mejoraba el rendimiento del alumnado con peor rendimiento académico.
- Hacer excursiones: ya sea al campo, a la ciudad, o a cualquier destino, viajar siempre es una fuente de aprendizaje y de cultura. No tiene por qué ser un viaje caro: cualquier excursión que puedas hacer a una localidad cercana puede ser muy enriquecedora.
- Llevar a cabo un proyecto: anima a tu hijo/a a aprovechar el tiempo libre en verano para crear un blog, aprender a cocinar, construir una maqueta de avión o pintar su habitación: cualquier proyecto que le pueda interesar, y que pueda planificar y ejecutar de principio a fin. Cuando lo termine, habrá aprendido muchísimo y se sentirá orgulloso/a de su trabajo.
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